jueves, 28 de agosto de 2008

NEGOCIOS SAGRADOS



La diócesis de Pamplona, la primera inmobiliaria de Navarra


miércoles, 09 de julio de 2008

JESÚS LEZAÚN ( cura navarro )

LA Iglesia de Navarra no ha tenido demasiada fortuna como para conseguir algo para el Reino de Dios en estos últimos tiempos. Esto hubiese sido, por ejemplo, vivir la pobreza, tan exaltada y vivida por Jesús de Nazaret. Su último arzobispo se ha enfangado a escondidas en el dinero hasta la locura, y todos hemos salido perjudicados en todos los sentidos, ensuciados sobre todo, ella la primera y el pueblo también.

Ese arzobispo ha sido fatal para Navarra, en más sentidos de los que creíamos. Sin enterarnos siquiera, con nocturnidad y alevosía, nos ha montado un tinglado que nos escocerá para siempre, y será un perjuicio para la fe de nuestro pueblo que ha de ser difícil de superar. Hecho, como he dicho, como a escondidas. Me lo dijo un curial, el primer día en que salió el tema en la prensa, con quien me encontré en la calle, llevando los dos el mismo periódico de marras. Me dijo: "hace las cosas sin contar con nadie y después los demás tenemos que salir a defenderle como podemos".


De las dos tentaciones esenciales que sufrió Jesús de Nazaret en su vida, el dinero y el poder, Sebastián ha caído de bruces en la primera, que, sin duda, creía que le llevaría a la segunda, a la que todos aspiramos, el poder. La diócesis de Pamplona, la primera inmobiliaria de Navarra, ¡vaya gloria!, ¡como se merece, qué caramba! Estas son las ideas madres del Opus Dei, de quién el arzobispado, a pesar de ser religioso, recelaba tan poco.


Estoy hablando, es claro, de la auténtica rapiña o expolio, que practicó en Navarra Don Fernando Sebastián Aguilar, perjudicando sin duda a la fe de los navarros. Todos buscando las razones últimas de la grave crisis de fe que padece Navarra, y estaban en casa, solapadas nada más y nada menos que bajo una mitra. Para que Roma no se deje engañar en la elección de obispos por la brillantez de las apariencias, e inculcarles por encima de todo, y de cualquier manera, la fidelidad a la iglesia. ¿La Iglesia semper reformanda ?


Voy a referirme primero a las piezas no religiosas o para uso no religioso, 222 en total, de las que se apropió no sé sabe con que pretexto. Se dirá que más allá de las leyes, que no las había, y el derecho, ¿cuál?, en que se pudo apoyar para legitimar el robo, se obró, sin duda con suma zafiedad, sin el menor tacto pastoral, del que carecía a ojos vista y sin asomo de respeto a los pueblos


Opino que esos bienes, sin más, se deben devolver inmediatamente a las manos de quienes los poseían, sin tardanza alguna. Ellos (los clérigos) no son nadie para hacerse con ellos. Además de tener que indagar en el título de propiedad, sobre ellos habría que considerar en que se convierten, en bienes muertos en manos del Iglesia.


Las piezas dedicadas al culto son cientos y cientos, muchas de ellas de gran envergadura. Fueron construidas, reparadas, acondicionadas y cuidadas precisamente para ese pueblo, que las edificó en la mayor parte de los casos en Auzolan, tan típico de esta tierra, todas pagadas por el pueblo, por el dinero social del ayuntamiento y colectivos varios, millones y cientos de millones dados con inmensa generosidad, obras de arte espléndidas, muchas de ellas, historia viva de pueblos y ciudades. Todas para que en ellas el pueblo se expresara y cultivara su fe. Y esto es importante señalar, el pueblo, destinatario al fin de esos magníficos bienes ¿Cuántos cientos y cientos de millones se pagaron en las espléndidas catedrales de Pamplona y Tudela? ¿ Qué y quién señala su titularidad? Lo mejor para todos sería que el juez decidiera su titularidad, sin dejar que cualquiera, y por que sí, decidiera sobre las cosas a su capricho.


Quiero señalar lo que sucedió en Francia. Por efectos de la revolución, el Estado se apoderó de todos los edificios religiosos con sus casas curiales. Pareció una tragedia, y con el tiempo resultó ser una solución que la providencia de Dios se reservó para su pueblo, el mejor guardián del templo y de la Iglesia. Hoy en Francia el pueblo fiel cultiva libremente su fe en ellas y es el Estado el que las levanta, las custodia, las repara, descargando a la Iglesia la carga imposible de hacer eso. Al mismo tiempo que son realidades culturales y de arte para el pueblo, no como aquí, por desgracia, como en Tafalla, donde el Arzobispo prohibió una representación teatral.


La providencia de Dios es el mayor guardián de su Iglesia. Nada, pero para la Iglesia y la fe que la avaricia desatada por aquí, de tan mala manera, nada tan escandaloso para la fe y tan opuesto a Jesús de Nazaret que destruyó el templo y lo reedificó en sí mismo, verdadero templo de Dios, y en Él todos los fieles templos vivos de Dios. Aquí están en juego profundo temas teológicos, ejemplaridad cristiana y sensibilidad pastoral tan ausentes en ese sucio affaire.


Quiera Dios rectificar los desmanes de los hombres, aunque sean obispos, restaurador ( Dios) de la fe de los fieles, superador de los graves escándalos producidos. Un juez prudente y sabio debería rehacer y señalar los titulares de los bienes ahora secuestrados, diócesis, parroquias, ayuntamientos, pueblos, para mejor armonía de todos y provecho espiritual de nuestro amado pueblo de Navarra. Aunque dice el refrán refiriéndose al supuesto asunto de enemigos de uno : " pleitos tengas y los ganes". El ( el juez) debe deshacerse del inmenso embrollo que un obispo imprudente desató entre nosotros. Con la particularidad aquí, que si gana la diócesis habrá perdido el pueblo de Dios, pues la justicia divina se desenvuelven parámetros contrapuestos a las leyes humanas.


Y si el nuevo arzobispo acepta sin más lo que hizo su antecesor, ciertamente no sintonizará con la justicia de Dios, la pobreza cristiana y el respeto al siempre sufrido y expoliado por todo el pueblo de Dios. Para ser sinceros he de decir que en este sucio asunto no están apareciendo suficientes criterios cristianos para administrar las cosas, ni tanto pastoral suficiente.


Y para terminar, he de confesar que no me agrada lo más mínimo que se trapichee con el dinero del pueblo aunque sea bajo el pretexto del arte. La mujer del César no sólo ha de ser honesta, sino parecerlo.

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