martes, 26 de agosto de 2008

LA SECTA PROHIBE CASARSE, MEJOR PARA LOS NOVIOS




Si es usted paralítico o impotente y tiene intención de casarse por la Iglesia, ni se le ocurra confesarle al cura que padece esa disfunción. Porque en caso de que sus problemas de erección llegasen a oídos de las autoridades eclesiásticas, es muy posible que acabe quedándose sin boda ante el altar. ¿Qué no se lo cree? Pues acaba de suceder en Italia, donde el obispo de la localidad de Viterbo se ha negado a casar a una pareja de jóvenes porque el novio es parapléjico, lo que pone en entredicho su capacidad de procreación. Y ya se sabe la importancia que la Iglesia da la copulación entre los esposos, hasta el punto de que una de las causas admitidas por el Tribunal de la Rota para declarar nulo un matrimonio es que éste no se haya consumado.


Así las cosas y con el código de Derecho Canónico en la mano, lo que ha hecho el obispo Lorenzo Chirinelli está plenamente justificado. Pero negar el matrimonio eclesiástico a un joven de 25 años al que un accidente de tráfico condenó hace dos meses a una silla de ruedas la verdad es que no parece muy misericordioso. De hecho, la decisión del obispo de Viterbo de no permitirle casarse ha desatado una agria polémica en Italia, poniendo una vez más en evidencia la brecha existente entre la Iglesia y la sociedad.


La noticia, desvelada por el rotativo romano 'Il Messaggero', arranca en Tuscia, una localidad de la diócesis de Viterbo que lleva a gala haber sido el escenario del cónclave más largo de la historia: aquel que se celebró en 1268, duró 33 meses y encumbró como Papa a Gregorio X. Dos jóvenes de ese paraje, ambos de 25 años, acudieron hace unos días al párroco de la localidad para comunicarle su intención de desposarse después de varios años de noviazgo. Hacía ya tiempo que la pareja había decidido casarse, y el hecho de que el novio sufriera hace un par de meses un accidente de circulación que le ha dejado inmóvil de cintura para abajo no cambió sus planes.
Pero cuando los dos tortolitos plantearon la cuestión al cura de Tuscia no recibieron ninguna cálida enhorabuena, sino numerosas y evidentes muestras de suspicacia. El párroco les vino a decir que no sabían dónde se estaban metiendo y les exigió una declaración de que eran conscientes de los riesgos y dificultades a los que se enfrentaban.


La cosa no les hizo mucha gracia a los jóvenes novios. Pero aceptaron poner por escrito su firme convicción de, a pesar de la discapacidad del futuro marido, se creían capaces de superar las adversidades que les podría deparar el futuro. El diligente párroco de Tuscia metió el documento en un sobre y se lo envió a su superior, el obispo de Viterbo. Y éste no tuvo duda: dictaminó que la boda no se podía celebrar, por aquello de que no estaba clara la capacidad de procreación del novio.

Los dos chavales se han casado igualmente: lo hicieron el sábado pasado por lo civil en Roma. Pero es muy posible que la Iglesia haya perdido dos fieles.

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