martes, 27 de octubre de 2009

LAS MENTIRAS HEREDADAS


Paul Preston, el PP y las mentiras heredadas

El pasado lunes, Paul Preston, reconocido hispanista y catedrático de Historia Contemporánea Española, abrió en Huesca el Congreso “Vencedores y vencidos. Exilio y dictadura, setenta años después”, en el que diferentes expertos, como Jordi Gracia, José Andrés Rojo, Julián Casanova y Almudena Grandes, han tratado diversos temas (historia, arte, literatura, cine) relacionados con la dictadura nacional-católica y los exiliados de la Guerra Civil.

Me ha sido imposible asistir, pero he seguido la prensa para acceder, al menos, a los datos más relevantes que se han expuesto en el Congreso. Porque, a estas alturas, el pasado traumático que ha marcado en España la política y la sociedad durante muchas décadas, sigue siendo, en muchos aspectos, una incógnita a desvelar. A estas alturas, treinta y cuatro años de democracia no han sido suficientes para mirar los cuarenta años del franquismo con asepsia intelectual por parte de los consabidos sectores religiosos y políticos.

A estas alturas, en España sigue existiendo una derecha que quiere seguir ocultando las tremendas vergüenzas de una dictadura que sometió al país a la miseria, a la angostura vital y a la más implacable falta de libertad; ¿por qué si no el PP se ha opuesto a la Ley de Memoria? ¿Por qué si no ha hecho campaña de acoso y derribo contra el juez, Garzón, que pretendía restituir la dignidad a las víctimas del franquismo y a sus familias? ¿Por qué si no hablan los del PP de “reabrir heridas” cuando saben muy bien que esas heridas nunca se han curado? y ¿por qué, alejada de toda moderación democrática, la derecha continúa dando por válidas algunas mentiras del franquismo?

Para Paul Preston, según argumentó en su discurso inaugural, algunas respuestas están en el control absoluto que tuvo el franquismo de los medios de comunicación y del sistema educativo, que permitió al dictador “hacer cuajar ciertas mentiras” en las generaciones que crecieron en el estado represivo. También aludió a los cuarenta años que tuvieron los franquistas para hacer desaparecer las pruebas de sus crímenes, que fueron muchos; y se preguntó en voz alta: “Si los franquistas estaban tan orgullosos de lo que habían hecho, ¿por qué pusieron tanto empeño en hacerlo desaparecer?”. La propia derecha, por oponerse a desvelar la verdad de la dictadura, se autoinculpa.

Quizás sea ésa la explicación a que esa derecha que “sufrimos” continúe con esas mentiras aún “cuajadas” y sea, por eso, experta en embestir, en desprestigiar y en mentir indiscriminadamente; y en oponerse de manera sistemática a cualquier avance democrático; y en tapar, con increíble cinismo, sus descomunales corruptelas; y en manipular con mentiras manifiestas la conciencia de sus votantes.

Y en aliarse con los intereses de la jerarquía católica y, a su vez, ser referente político de la injerencia constante del clero en los asuntos públicos; y en hacer feroz campaña contra la educación democrática en la escuela; y en engañar a la ciudadanía con argumentos falaces sobre la Ley del aborto; y en tantas y tantas cosas que nos siguen alejando a los españoles de ese democratismo político que tanta falta nos hace.

Afortunadamente, existen expertos, historiadores, hombres y mujeres de la ciencia y la cultura que, con honradez intelectual, continúan desmadejando la inmensa maraña de incógnitas y mentiras que aún pululan en muchas conciencias. Y, mientras tanto, esta derecha impresentable, que se niega a condenar el franquismo, y que llama “asesinato” a la interrupción del embarazo según pautas científicamente consensuadas, vuelve la cabeza ante miles de muertes que ocurrieron hace no tantos años por defender la democracia y la libertad. A esas muertes no las llaman “asesinatos”; la aniquilación de esas vidas ni la contemplan. Tremenda contradicción que les define y les delata.

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

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