sábado, 30 de agosto de 2008

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EL EXORCISTA

Jordi Soler 30/08/2008

El reverendo Philip Jones, un competente exorcista que opera en la Costa Oeste, en Estados Unidos, sostiene que uno de los vehículos favoritos del diablo, para introducirse a un cuerpo inocente, son las canciones de rock en general, y algunas en particular, que conforman una lista larga y ecléctica, de su propia autoría, que empieza en Iron Maiden, pasa por Franz Ferdinand y termina en Madonna.


El reverendo Jones recomienda que, para mantener a raya al diablo, hay que alejarse de los grupos que aparecen en su lista. Asociar al diablo con el rock es una insensatez, en estos tiempos del narcocorrido, ese género musical que oyen, entre balacera y balacera, los malos del mundo.


Aunque el manual oficial para practicar exorcismos fue publicado por el Vaticano en 1614, no fue hasta 1973, con la película El exorcista, de William Friedkin, que esta práctica truculenta se volvió muy famosa. La cabeza giratoria y las vomitonas verdes de Linda Blair nos llenaron de pánico en su momento, pero nunca ha quedado claro cómo es que el diablo puede meterse a un cuerpo y, sobre todo, cómo es que un cura lacio y soso, que no logra convocar ni cuatro gatos a su sermón dominical, convence al rey de las tinieblas para que abandone el cuerpo del poseso.


Hasta el año 1990 había un solo exorcista en Estados Unidos, pero algo pasó en los siguientes dos que el número aumentó a 10, y 10 años más tarde, multiplicados por la ola de pavor que produjo el 11 de septiembre, ya había 900 exorcistas batallando contra el diablo. Duda: si hay 900 curas que le sacan el demonio a 900 personas poseídas, ¿de cuántos diablos estamos hablando?


El ritual que aprobó el Vaticano en 1614 ha cambiado con el tiempo, ahora se practica en auditorio donde un público piadoso, y sumamente curioso, contempla los gritos, las contorsiones y los escupitajos del poseso y al final premia al cura, y al diablo que se va y al cuerpo que se queda, con una cerrada ovación.


El exorcista más famoso de todos es el Reverendo Bob Larson, que asiste a sus batallas contra el diablo conduciendo su Cadillac rosado y regenta un grupo de 40 exorcistas que están repartidos estratégicamente en el Estado de Colorado. "Nuestra meta es que nadie tenga que conducir más de un día para encontrar un exorcista", es el sabio lema del Reverendo. Lo del Cadillac rosado no tiene trasfondo espiritual, es pura chulería; es su estrategia para quitarse lo lacio y lo soso. Que el rock es cosa del diablo lo hemos sabido siempre; si no, ¿por qué diablos cree usted que lo oímos?
El Pais

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