¿Otro milagro en Lourdes?
El domingo pasado leía en El País, en crónica firmada por Martí Font, una sorprendente noticia (aunque este tipo de noticias ya no deberían sorprender a nadie) que relataba la investigación que está llevando a cabo la fiscalía francesa de las cuentas y movimientos bancarios de Raymond Zambelli, párroco rector del santuario de Lourdes. Al parecer, el padre Zambelli, a pesar de tener un sueldo anual de 8.700 euros, presuntamente es poseedor de varias cuentas bancarias, en una de las cuales aparece el saldo millonario de 430.000 euros.
El semanario francés “Le canard enchaîné” ha sacado a la luz esta noticia tras tener conocimiento de que los inspectores del Ministerio francés de Finanzas, dedicado a combatir el blanqueo de dinero, comunicaron a la fiscalía del país vecino que Zambelli podría haber desviado fondos provenientes de donaciones particulares. A menos de dos meses de la visita papal al mencionado santuario francés en septiembre, todo parece indicar que las investigaciones correspondientes se harán a partir del otoño, una vez finalizada la visita del jerarca católico. A pesar de ello, la policía judicial está llevando a cabo una investigación preliminar; no es para menos.
En fín, todo este complejo entramado de dineros, donaciones, presuntas estafas, corrupciones, santuarios, y cosas de lo humano y lo divino, me ha hecho reflexionar sobre el tópico de los milagros. Un supuesto milagro es el que ocurrió en ese santuario hace 150 años: una niña dijo ver a una mujer joven que, según ella, afirmó ser la virgen. Otro milagro más contundente y prosaico, diría yo, es el que ha llevado a cabo este prior del santuario que, teniendo un sueldo más que mediocre para los tiempos que corren, logra tener una fortuna en su cuenta corriente; ¿Acaso tiene el don de multiplicar los euros?. En cualquier caso, es milagroso.
Hay milagros sublimes como el que realizó Alexander Fleming al descubrir la penicilina y salvar, con ello, a millones de vidas; otros son más cotidianos, pero no menos meritorios, como el que realizan las familias mileuristas que logran pagar sus facturas y llegar a fín de mes; algunos milagros son muy frecuentes y pasan desapercibidos a pesar de su grandeza, como el nacimiento de nuevas vidas, o como el simple estallido de la natura todas las primaveras; otros son insólitos e infrecuentes, como la recuperación de un río contaminado, o que una especie en peligro de extinción deje de estarlo.
Hay milagros canallescos, como el extraordinario engrosamiento de las fortunas de los especuladores inmobiliarios (y de algunos políticos) con el pelotazo urbanístico; y hay milagros conmovedores, como el bienestar de esos niños que, de entre millones, logran salir de la miseria a manos de alguien que les acoge.
Unos milagros son impensables, como que el PP reconozca que el atentado del 11-M fue consecuencia de la participación española en la guerra de Irak, y otros milagros son deseables y no fácilmente alcanzables, como el imaginar un mundo realmente libre de totalitarismos (evidentes o solapados), con sociedades decentes, laicas y democráticas.
Coral Bravo es doctora en filología, máster en psicología. Miembro de Europa Laica -->
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