sábado, 7 de febrero de 2015

EL, PENE DE RASPUTIN



EL, PENE DE RASPUTIN
Los chinos beben un licor en cuya botella se encuentra el lagarto Juancho, hecho con ginseng u orujo blanco con lagarto, que le hace de color verde amarillo; los rusos beben un licor sacado del tarro de cristal  que contiene el pene de Rasputín, el famoso monje loco monje asesinado, violador de toda mujer que encontraba,  que se conserva en el Museo Erótico de San Petersburgo; los españoles toman licor de pepinos que rezuma el brazo incorrupto de santa Teresa;  y, los europeos,  beben un vino de la Selva negra, que contiene los eructos y las babas de Adolfo “el pulguillas”, quien se retuerce en su tumba bunker de Berlín, cerrada a cal y canto, sobre la que se instalaron un patio con bancos y árboles y casas a su alrededor, rumiando el brazo incorrupto de la santa, que se encuentra en el convento de las carmelitas descalzas de Ronda, Málaga, cuya mano apretó el Dictador el último día de su viático;  bebiendo el licor de lagarto,  que mejora la potencia sexual y aleja los malos espíritus; y  soñando con el pene de Rasputín, que sana a los hombres de la impotencia con sólo mirarlo.

Aquí, en esta plaza y patio, se reúnen los embajadores de las potencias vencedoras de la última contienda para meditar y platicar, recibiendo el aire, al abrir sus bocas,  de la respiración de Adolfo a través de las hojas de los árboles y flores del patio,,  poniéndole en contacto con sus sangres, que les proporciona a éstos el oxígeno que necesitan para seguir haciendo de las suyas por la gracia de un cadáver lleno de malas pulgas, paridoras de piojos dictatoriales que en vez de chuparse el dedo, se chupan la duodécima parte del  pie, y cuyos dedos de las manos tienen dos o tres yemas, que por eso atraen al pueblo, con miedos y esperanzas, brujuleando decretos de matar, como así siempre han hecho y harán.

Con el capitán de las hazañas de Melilla, se puso de moda el “pulicán”, instrumento para sacar muelas de oro a los republicanos asesinados y muertos, curiosamente como hicieron los mandos alemanes con los judíos, gitanos, españoles y maricones antes de llevarles al crematorio bendecido por la iglesia. También, un pedacito de trapo o de cuero suave que tenían entre los dedos  los que devanaban el tiro por la espalda, de frente o en la nuca, que luego metían en la boca de los asesinados para, como dijo un general “alisarles los modales, y quitarles la rusticidad”.

Todos los dictadores y tiranos, todos los rasputines tienen “pujo” esa sensación dolorosa producida por el deseo no satisfecho de evacuar ciertas erecciones, y gusto por jugar a la “pulga”, cual trompo pequeño con el que juegan los muchachos; pero, ellos,  jugándose la vida y la muerte de los ciudadanos pendiente de un “pues·, como por ejemplo aquel mensaje de ordenanza cantado a la guardia mora por el capitán:  “ Pues se nos presenta la ocasión, salgamos, pues, a matarlos”.
-Daniel de Cullá


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