Contra el Toro de la Vega: el animalismo como cuestión político-religiosa
España es un país jalonado, a lo largo y ancho de su geografía, por cientos de espectáculos terribles que, como parte de las celebraciones festivas, están basados en la tortura animal
Documento con fecha
jueves, 11 de septiembre de 2014.
Publicado el
viernes, 12 de septiembre de 2014.
Escrito por: Coral Bravo.Fuente: El Plural.
Escrito por: Coral Bravo.Fuente: El Plural.
Un año más, y como es de rigor según las sacrosantas y sanguinarias
tradiciones, el próximo día 17 se procederá a la monstruosidad que es lo
que se viene llamando el Toro de la Vega, de Tordesillas, ciudad
española non grata para todos los animalistas y todas las personas con
un mínimo sentido de la ética, o un mínimo grado de sofisticación moral.
En pocos días, centenares de energúmenos se dedicarán a lancear
brutalmente a un toro acorralado, en este caso le toca a “Elegido”,
hasta que, en medio de su indefensión, su agonía y su terrible
sufrimiento, muera acribillado y lleno de sangre y terribles heridas. Y
Elegido no ha hecho daño a nadie, y, como dice el filósofo y animalista
Jesús Mosterín, no es más que un rumiante pacífico que lo único que
quiere es que le dejen pacer y vivir en paz.
Un año más, miles de españoles espantados ante esta barbarie, icono del
maltrato animal en este país y que hiere la sensibilidad de cualquiera
que no sea un psicópata, se manifiestan contra este “espectáculo”
bestial y descarnado, en repudio de una tradición más que, basada en la
tortura y el placer ante el dolor, hiela la sangre. El próximo día 13,
por iniciativa del Partido Animalista PACMA, habrá una manifestación en Madrid en repudio de tanta crueldad gratuita. El mismo día 17 muchos españoles irán también a Tordesillas para, con el lema “Ocupa Tordesillas”, intentarán que el espantoso torneo no se lleve a cabo, o, al menos, que Elegido no esté sólo en su macabro linchamiento.
España es un país jalonado, a lo largo y ancho de su geografía, por
cientos de espectáculos terribles que, como parte de las celebraciones
festivas, están basados en la tortura animal. Casi todos ellos tienen su
origen en un supuesto sacrificio en loor a algún santo o personaje
cristiano. El mismo llamado “Torneo del Toro de la Vega”, de origen
medieval, tiene su primera referencia escrita en el año 1534, en el
códice de la Cofradía del Santísimo Sacramento de Santiago Apóstol de
Tordesillas, en el que aparece la siguiente anotación: “Tuvo sus
festejos de toros, con dos toros por la mañana a la Vega y seis por la
tarde”.
Y es que es en el ideario cristiano, tan apegado al dolor, al
sufrimiento y a la muerte, donde se encuentra el origen primigenio del
secular desprecio a los animales. La tortura animal inherente a muchos
festejos locales en todos los países de la órbita católica es una prueba
más de ese desprecio contra los seres más nobles y desprotegidos. Los
mismos textos bíblicos están llenos de referencias al sacrificio
sistemático de animales, y a veces de personas, para alegrar al dios de
los cristianos. En los catecismos a todos nos enseñaron, y lo siguen
haciendo, que, según cuenta el Génesis, el dios cristiano creó al hombre
a su imagen y semejanza, y después creó a los animales no humanos y a
la naturaleza para su uso, abuso y disfrute. Aberrantes y ladinas ideas
que suponen en Occidente veinte siglos de soberbia humana contra la
dignidad y el derecho a la vida de todos los seres vivos y sintientes, y
del alejamiento de la convivencia pacífica y solidaria del ser humano
con el resto de especies.
En un país tan apegado a la tortura por influencia del ideario
cristiano, el animalismo forma parte de los esquemas morales de sólo una
minoría de españoles. La mayoría nunca se desapegan del adoctrinamiento
que todos, más o menos, recibimos en ideas de desprecio a la vida
animal. Es muy difícil, por tanto, que en este país se considere el
animalismo como una cuestión política, pero lo es. Es una cuestión
política porque ese adoctrinamiento en la falaz idea de que los animales
no merecen compasión ni una vida digna es el mismo adoctrinamiento que
impele al odio hacia los que piensan diferente, hacia los marginados,
los de otras razas, otras culturas, otra ideología. Y es el mismo
adoctrinamiento que se utiliza como arma de insensibilización de la
población. Porque una sociedad que permanece inmutable ante el dolor de
un animal es también susceptible de permanecer inmutable hacia el dolor
de un ser humano, y, por descontado, se embrutece y se aleja de los
parámetros de solidaridad universal que contemplan el amor hacia todo lo
que existe.
Un ejemplo muy claro de que la tortura hacia los animales es una
cuestión política es el hecho de que, desde que nos gobierna el Partido
Popular, se ha incrementado la financiación de los espectáculos
jalonados por la sangre y la muerte, e incluso ha resucitado tradiciones
sanguinarias que ya estaban extinguidas, como la caza del jabalí en
Castilla la Mancha; ha introducido, además, la tortura animal en aulas
de tauromaquia en la Educación, e, incluso, en la Universidad. Y se
empeña, de manera inconcebible, en llamar cultura a la tortura.
Que la derecha está ideológicamente ligada al desprecio a la vida de
los que considera “seres inferiores”, ya animales ya humanos, es algo
que se da por hecho. Sin embargo, habría que preguntarse qué izquierda
tenemos en este país que ignora el animalismo y acompaña a la derecha en
su apego a la tortura y al dolor (ajenos). Susana Díaz ha aumentado la
subvención al toreo en Andalucía; algo intolerable para los españoles
que estamos, en más de un 70%, en contra de la financiación pública de
esa vergüenza nacional. 70% de españoles que exigimos a los
representantes públicos que se deje de financiar con nuestro dinero el
dolor, el desprecio y la crueldad para con los seres más indefensos;
tanto de la tauromaquia como de cualquier espectáculo sanguinario digno
de una sociedad medieval, bestia y bárbara, no de un país civilizado.
Elegido morirá en pocos días en manos de una turba de energúmenos que
le lancearán y que acribillarán su cuerpo hasta que muera en medio de
fiestas, risas, agonía y sangre. En honor a un santo católico, como es
de rigor, y en nombre de esas sanguinarias y repugnantes tradiciones que
representan lo más demencial y lo más abyecto del ser humano. Muchos
sentiremos ese dolor que sentirá Elegido como propio. Muchos sufriremos
con él; no sentiremos esas lanzadas en nuestro cuerpo, pero sentiremos
el horror de la barbarie y de la inmensa insensibilidad que nos rodea en
este país tan cristiano. Elegido sufrirá, agonizará y morirá, pero no
estará solo.
“No existe seguridad alguna de que Dios haya confiado al hombre el
dominio de otros seres. Más bien parece que el hombre inventó a Dios
para convertir en sagrado ese cruel dominio” (Milan Kundera, La insoportable levedad del ser)
Coral Bravo es Doctora en Filología
Toro de la Vega
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