viernes, 30 de mayo de 2014

ME PARECIAN ENORMES GUSANOS


Monólogos con mi gata Flora

Me parecían Enormes Gusanos.

Mi querida Flora, hace varias noches que tuve un sueño, porque aunque no te lo creas, y a pesar de mi edad yo también sueño, y no sé por qué ahora más que nunca, una noche sí y otra también, sueño en forma de retazos, con situaciones, figuras y paisajes, que formaron parte de mi existencia, desde mi más temprana edad, y toda mi adolescencia. A pesar de que no se pueda decir que esa etapa de mi vida, fuera fácil, cómoda o feliz.Nací y crecí en un entorno bastante árido e inhóspito, en plena sierra de Baza al este de Andalucía. No obstante, como ya sabemos, en la edad infantil, todo y todas tendemos a idealizar y magnificar todos los acontecimientos y situaciones que formen parte de nuestra vacilante e incierta andadura

.A mí me tocó venir al mundo en la época en la que la dictadura fascista de Franco se manifestaba con más crudeza y barbarie, a veces pienso que las personas de mi generación y algunas posteriores, sobre todo los que tuvimos la desgracia de nacer en un entorno campesino y agrario, condenadas a la miseria, social, económica, política e intelectual, fustigados por el látigo de los oligarcas, terrateniente y caciques, fuimos generaciones aplastadas, perdidas y olvidadas bajo el yugo opresor fascista, y la GARRA trementina y fundamentalista de la Iglesia católica, siempre ávida de venganza y revanchismo. A los cinco años ya sabía leer, con un grado de comprensión bastante alto, gracias a mi madre y a un Maestro Republicano de los que franco represalió, condenándolos en el mejor de los casos, a buscarse la vida por los pueblos y aldeas más alejados y olvidados por la civilización; también digo gracias a mi madre, porque ella tuvo la suerte de asistir en los últimos años de escolaridad a una escuela republicana. De ella escuche por primera ý última vez hasta muchos años después en el extranjero en forma de cuentos, las andanzas, vicisitudes y batallas perdidas de Don Quijote, cuentos y fábulas de Quevedo, dramas de García Lorca, la historia triste de los héroes de Jaca o las canciones de Mariana Pineda con las que nos acunaba todas las noches

.En aquellos desolados años, apenas teníamos para sobrevivir, no digamos juguetes, o libros, ni tan siquiera las libretas imprescindibles para poder garabatear sin miedo a que se terminase, así que como mi imaginación en aquellos años no me daba tregua, y sin nada con qué encauzarla, ella volaba a su libre albedrío siempre al abrigo de la cálida seguridad que me daban el recuerdo de los cuentos de mi madre y los relatos de guerra de mi padre, en las noches largas y frías de invierno, alrededor de la lumbre, mientras él trabajaba el esparto, con la dificultad añadida en una mano casi destrozada por un accidente de tiro en el frente de Teruel. Y mi madre trabajando la lana a la luz de un candil para confeccionar las prendas que nos abrigaran del frío de aquellos largos y gélidos inviernos.

 Pues bien, cuando la imaginación acentuaba mi angustia y soledad , y al no contar con el soporte del papel y el lápiz, cogía el único libro que tuve en mi infancia, regalo de mi querido maestro, y con el libro entre los dientes me subía a gatas a una quebrada de más de doscientos metros de altura en vertical, me sentaba en un recoveco, sobre todo en las tardes de otoño, mirando la puesta de sol amarillo y triste con el sabor en la boca, a membrillo maduro, y allí daba rienda suelta a mis sueños, esperanzas y fantasías leyendo por enésima vez mi libro que no abandonaba ni cuando me iba a dormir. A veces me asomaba al vacío, deseando tener alas para salir volando, y perderme en la lejanía. Era como si una fuerza oculta me impulsara a levantar los brazos para atravesar volando aquellos cerros y montañas que entristecían y aprisionaban mi existencia

.Pues bien, como decía al principio, hace algunas noches tuve un sueño: yo me encontraba en mi quebrada querida , y al mirar para abajo no encontré el gran precipicio que tanto me sobrecogía, y que tanta afición yo le tenía en mis años púberes, lo que yo veía a mis pies, era un enorme estercolero, putrefacto, pestilente, como una gran masa de detritus de entre los que querían salir unas criaturas, que a mí me parecían enormes gusanos con dos apéndices uno a cada lado en forma de alas, pero unas alas endebles, frágiles y translúcidas.Unos bichos blandos, ciegos y sordos, que se retorcían y luchaban por escapar de aquella inmensa superficie, negra y mal oliente, muy pocos podían salir, la mayoría quedaban atrapados con la cabeza hundida en la basura y sus enormes y sebosos cuerpos, expuestos a los voraces picos de unas cuantas aves carroñeras, que como gendarmes sobre volaban el estercolero, para que ninguno pudiese escapar. Enormes víboras reptantes, escupían su veneno entre amapolas marchitas.Si los sueños son el resultado empírico de nuestro pasado y de nuestro presente, quiere decir que mi ensueño no tiene nada de extraordinario. 

El estercolero está presente en nuestra existencia diaria en este mundo. Un mundo donde los instintos más primarios, atávicos y elementales favorecen cada vez más el predominio de la injusticia, la marginalidad, la barbarie la corrupción y el latrocinio más descarado y criminal. El fascismo y el nazismo se expanden de manera galopante y aterradora por gran parte de Europa, el sur del mediterráneo lo han convertido en un abominable y desgarrador cementerio, donde con cada persona ahogada también asesinan un trocito de tierra, de cielo, de cultura e historia de ese enorme, rico y hermoso continente, que se llama África. Uno de los continentes, que históricamente y hasta la fecha de hoy que más brutalmente ha sido, maltratado, saqueado, arrasado y esquilmado, víctima del colonialismo y de las guerras Imperialistas, por parte de Europea y EE UU.Naciones y pueblos, que la usura y la avaricia sin límites del imperio del terror comandado, por los intereses de los grandes capitales, el fondo monetario internacional, Banco Mundial, y los grandes emporios del robo la estafa y la Industria armamentista quieren condenar al ostracismo, abandono , olvido y a la miseria ancestral y endémica, matando o dejando morir, tratados como alimañas a los hijos más preclaros y válidos, los elegidos con amor, por la gente de su aldea, pueblo o tribu, para que salgan a recoger a manos llenas el maná del desierto, ignorando el triste destino que les está esperando.

Francisca Lorenzo Rodríguez.


1 comentario:

David dijo...

Me interesa poder conocer muchas historias y diverso tipo de historietas y de esta manera trato de leer mucho y poder encontrar en internet distinta clase de historias. Por eso cuando logro obtener pasajes en pesos trato de viajar a otro país y de esta manera poder vivir mis propias historias en otro país