lunes, 14 de abril de 2014

NO FUE UN SUEÑO


No fue un sueño.
Pronto hará un mes que participe en las marchas de la dignidad, junto a mis familiares, amigos y compañeros/as. Ríos de masa humana, ciudadanos de todas las edades, condición, creencias y nacionalidades, cogidos de la mano, unas veces en silencio, otras, las que más, gritando, reivindicando, con la frente alta, la cara descubierta y las mochilas repletas de sueños, heridas y rabia: TECHO, PAN Y TRABAJO.

Ante cuya presencia de civismo, participación, firmeza, dignidad y comunión de sentimientos de todos los allí congregados supe del embrujo que me embargaba, y una especie de escalofrío me encogió el corazón, conturbándome con un pellizco involuntario en las entrañas, alertando de la magnitud histórica que nosotros todos estábamos viviendo.
Habíamos llegado a Madrid, el Madrid de todos los tiempos, el solidario, el que prodiga hospitalidad, el que siempre lucha y sueña, el Madrid republicano, el que abrió sus calles y plazas, dándonos cabida a todos y todas: los marginados, los oprimidos, los explotados, los engañados, los sin techo ni trabajo, los pensionistas con hambre, los enfermos sin asistencia sanitaria ni medicinas con que curarse, los niños sin escuela digna, los jóvenes expulsados de las universidad por ser pobres, y que irremediablemente irán a engrosar las nefandas listas del paro.

Mareas, organizaciones y movimientos sociales iban conformando grandes corrientes de calor humano: hombres, mujeres, jóvenes y niños. Todos y todas unidos por una fuerza invisible, pero grande, firme y a la vez muy difícil de calibrar. Y es que la voluntad de todo un pueblo que lucha por unos derechos tan básicos y perentorios para sencillamente sobrevivir con dignidad y decoro, no se le puede detener en su camino redentor, con unas pocas migajas caídas por caridad de la mesa que con tanta prodigalidad se enseñorea en el gran banquete que los pocos elegidos del planeta disfrutan desde hace siglos, de manera ostentosa, insolidaria, con voracidad y supercherías mil.
Ríos grandes y profundos, apacibles y mansos en la superficie, aunque bravos e impredecibles en sus profundidades misteriosas, en las que las fuerzas arrolladoras de la naturaleza en su labor constante de transformación histórica iban modelando el lecho que en el momento menos esperado, y ante el avance de su caudal, determinará la magnitud de su violencia o la de su calma.
Espero, que aquellos ríos de calor y solidaridad humana, un día ya cercano desborden con lujuria y abundancia, llevándose por delante diques y compuertas, y entre canales, arroyos y regatos, lleguen a todos los rincones de este País, fustigando con rabia las conciencias de todos los oprimidos y los explotados, al grito de: Techo, Pan y Trabajo.

El grito, que con tanto dolor, amargura y quebranto, repetían los explotados, los hambrientos y ateridos, en las fábricas, en las minas y en los tajos, a últimos del siglo XIX y principios del XX. Y que generaciones posteriores lo creímos superado, aunque para muchos de nosotros, no siempre, olvidado, pues ya se encargó de recordárnoslo con hambre y miseria la criminal dictadura franquista.
Y al socaire de un sol castellano, distante y frío, surgieron miles y miles de banderas republicanas, avanzando desafiantes e indómitas, siempre queridas y añoradas, la banderas que con el calor y entrega de una madre, una novia, una hermana, también una amante, enjugaron tanta sangre, desde Málaga a Guernica, desde Belchite al Ebro, pasando por Alicante, también los Pirineos, acompañando a cientos de miles de seres humanos huidos, en una de las diásporas más triste, desoladora y bárbara, que el pueblo español ha tenido que vivir a lo largo de su historia.

Contrariamente, a lo que los vocero afines a este criminal sistema dicen, nosotros sabemos que el huevo de la serpiente no ha eclosionado, si no que sigue en el nido, macerándose en el jugo putrefacto de la corrupción, la infamia, el escarnio y el latrocinio.
¡¡¡Hasta cuando!!! Los pueblos del mundo, van a seguir postrados, de rodillas, con el yugo al cuello ante los grandes capitales depredadores y voraces. Ante el banco mundial, el banco central europeo, los grandes intereses latifundistas, la gran avaricia sin fronteras ni tregua de los capitales inversionista, sin trabas ni contención, etc. etc. Y en nuestro País todo eso apoyado por una jerarquía eclesiástica cada vez más montaraz, reaccionaria y contumaz.
Como decía Benito Pérez G. El pueblo posee las verdades grandes y en bloque, y al pueblo acude la civilización conforme se le van acabando las menudas de que vive.
Francisca Lorenzo Rodríguez.

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