martes, 13 de agosto de 2013

LAS TRECE ROSAS ROJAS


Monólogos con mi gata Flora.

Se cumplen 74 años del criminal y bárbaro asesinato de las trece Rosas.
Querida Flora, corre el mes de Agosto, un mes en el cual el Sol se vuelve más perezoso y tiritón antes de asomarse indolente y arcano entre celosías por la ventana de Oriente. El mismo Sol que por las tardes se pone triste y levantisco envuelto en un fino manto del color del Membrillo, augurando la inmediatez del Otoño. Mes en el cual el chopo se viste de plata vieja en su soledad junto al río; mes de cabañuelas impredecibles,, de tormentas repentinas y fugaces, de trojes repletos de dorado trigo, y vides henchidas de dulce néctar, cual eterna promesa de noches oníricas y días postrados ante Baco y Dionisio.
Ay, mi niña Flora, estoy razonando como la vieja y melancólica campesina que llevo dentro. Triste y pobre preámbulo, éste, antes de abordar el tema que aquí nos trae: el violento, canalla y sanguinario asesinato de trece muchachas. Las Trece Rosas como el imaginario colectivo las denominó. Un drama que estas trece jóvenes apenas salidas de la adolescencia tuvieron que sufrir, en una desolada y amarga madrugada del día 5 de Agosto de 1939.
Tengo mucho miedo, a que todo lo que yo pueda decir ahora, tantos años después no sea nada más que un pálido reflejo del inmenso drama que estas mártires tuvieron que sufrir.
No obstante quiero pensar que para que estas jóvenes no vuelvan a morir de nuevo cada 5 de Agosto hay que escribir sobre ellas, contar su historia, y darla a conocer a la inmensa mayoría de mujeres y hombres que aún no la conocen.




Pues la criminal y feroz dictadura fascista de Franco, tuvo mucho cuidado en silenciar y esconder durante muchos años ésta vil y feroz tropelía.
No podemos ni debemos olvidar a las miles, y miles de mujeres que un día lucharon con generosidad y entrega por la República, y por un mundo mejor, más justo, más igualitario y fraternal entre los seres humanos.
Las actuales y futuras generaciones de mujeres, hemos de ser conscientes de la indeleble deuda, y el innegable compromiso que históricamente tenemos contraído con todas aquellas valientes y abnegadas mujeres, que con su arrojo sufrimiento, lucha y en último término con su vida nos brindaron su testimonio, y nos dejaron la antorcha del relevo para seguir luchando por el mundo que ellas apenas pudieron vislumbrar: un mundo mejor en igualdad de condiciones y derechos, entre hombres y mujeres y entre todos los humanos del mundo sin distinción de sexo, raza o creencias.
Las trece mártires, supieron bien pronto que la justicia y la igualdad, y todos los derechos inherentes a estos dos conceptos no basta con pedirlos, también hay que luchar para arrebatárselos a nuestro enemigo común, que no es otro que el sistema Patriarcal, capitalista e imperialista.

El sistema que en sus entrañas lleva el germen de la violencia, la explotación, la guerra, el expolio, la voracidad y el genocidio.
Un sistema, que históricamente ha hecho del machismo su brazo armado con el propósito de mantener a la mujer doblegada, vencida e ignorada, para de esa forma hacerla más dúctil y sumisa, ante los mandatos y los dogmas religiosos, sociales y económicos.




Este sistema, que tanto clama por la democracia y las libertades, y dentro del cual la consecución de unos derechos de mínimos nos conlleva décadas de lucha y sufrimiento como en el pasado más reciente de nuestro País, es el mismo que con sólo una legislatura, o cambio de títeres le basta y le sobra, para sin el menor rubor o vergüenza, poder arrebatarnos todo lo que tanto nos ha costado conseguir.
Así pues, querida Flora, pedir justicia e igualdad desde dentro del sistema, es como diría mi abuela” pan para hoy y hambre para mañana”.
Éste sistema no consiente que seamos libres e guales, por lo tanto lo que tenemos que hacer es combatir el sistema, destruirlo, y eliminarlo, para construir otro nuevo, más justo y solidario.

Donde la igualad entre hombres y mujeres no sea de mentirijillas, como sucede ahora, que nos dicen que somos libres e iguales pero para según qué cosas, por ejemplo: para formar parte de la tropa de un ejército que sólo sirve para hacer la guerra y para originar gastos astronómicos en armamento militar empobreciendo más si cabe, los pueblos y las naciones del mundo; iguales para formar parte de de una jauría de políticos MEDIOCRES, aprovechados, comodones arribista, conformistas y a veces corruptos; Iguales para dirigir un Banco o el Fondo Monetario Internacional, organismos todos ellos, responsables de la desolación el empobrecimiento la miseria, el hambre y sufrimiento de miles de millones de seres en todo el planeta.
Ninguna mujer consciente de su situación actual, y de todo a aquello por lo que en el futuro tiene y debe luchar si quiere conquistar el papel que le corresponde en una sociedad más justa, puede aspirar a ser una Margaret Tacher o una Ángela Merkel .




Sobre todo si tenemos presente que entre tanto, y por culpa de las reglas de juego impuestas por el sistema patriarcal, las mujeres seguimos siendo las víctimas propiciatorias en el altar que en la prehistoria los gurús de la propiedad privada, primer eslabón de lo que hoy conocemos como capitalismo, levantaron para nosotras y en nuestro nombre.
Cada vez más, la mujer sufre vejaciones, malos tratos físicos y psicológicos. El terrorismo domestico se está haciendo cada día más fuerte, con una media de tres mujeres asesinadas a la semana. La mujer se encuentra cada vez más indefensa e inerme, en lo jurídico, lo social y lo económico.
A las trece Rosas, la igualdad les explotó en la cara, en una cruda madrugada madrileña. Entre remolinos de estrellas y una República a la sombra, trece soles cabalgando, sin las bridas ni vacado, regatos de sangre empapando aquella tierra quemada, entre manos rotas, y ojos fuera de sus orbitas, la boca bacía de palabras, fuego fatuo, y un nido de brasas. En las entrañas, que en el futuro hubiesen podido ser, barbecho y tempero, presto a la siembra temprana, ahora sólo hay garduños serpientes y metralla.
Para estas trece muchachas, la igualdad frente a los hombres, se midió con el equivalente a su premura y valor a la hora de poner su existencia en la balanza de la vida y la muerte, prefirieron morir antes de vivir siendo esclavas. Viva la República.

Francisca Lorenzo Rodríguez.

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