domingo, 16 de diciembre de 2012

LOS TOROS Y LA INCULTURA


Coral Bravo
Coral Bravo
Wert, los toros y la incultura
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Hace escasos días el ministro de Educación, Incultura (perdón, cultura) y Deportes despertó una acalorada polémica mediática cuando utilizó un símil taurino para describir la actitud que le inspiran las enconadas críticas que está recibiendo su gestión. Todos escuchamos en la calle, o leímos en la prensa, la frase que profirió, comparándose con el malhadado bovino “Soy como un toro bravo; me crezco ante el castigo”.
No creo que fuera muy acertada tal comparación, teniendo en cuenta que el toro bravo no se crece ante el dolor, simplemente sufre y se defiende ante el disparate de soberbia, tortura y crueldad de lo que algunos llaman “la fiesta nacional”. En cualquier caso, las palabras de Wert sí fueron muy afinadas en un aspecto muy concreto, en ese aspecto que deja al descubierto la profunda afinidad de la derecha española con tradiciones crueles heredadas de la España más negra, su adhesión incondicional al desprecio a la vida animal, y su insensibilidad ante el dolor ajeno.
No es nada nuevo; no hay más que retroceder unas pocas décadas, a la España franquista, para comprobar que tal afinidad es tan profunda que las corridas de toros fueron convertidas, en la dictadura y con el beneplácito de los que controlaban la férrea y tirana moral de la sacrosanta cruzada, en el santo y seña del despiadado y macabro asueto nacional. En palabras más livianas, para que quede bien claro, derecha y tortura son dos conceptos íntimamente relacionados; aunque en esta relación, yo diría simbiótica, los animales, probablemente sólo por su indefensión, son los seres vivos más perjudicados; aunque le seguimos a la zaga también otros seres vivos, los humanos. De hecho, la primera Organización española de Defensa de los Derechos de los Animales (ADDA) fue fundada, precisamente, en 1976, ya bien entrada la democracia. Con la derecha franquista en el poder, hubiera sido impensable.
Pero no quiero centrar esta pequeña reflexión en la cuestión ideológica ni política, que bastante maltrechas están ya, a costa de este respecto, nuestras neuronas. Mi interés es el de contribuir, aprovechando la frase taurina del ministro, a defender el trato digno y respetuoso hacia la especie animal, y a difundir, aunque sea mínimamente, la necesidad imperiosa de respetar y preservar la naturaleza y toda su biodiversidad. Algo que, según las evidencias, la derecha, por supuesto, no entiende.
Los animales son seres sintientes. La anatomía de su dolor, tanto físico como emocional, ante el maltrato y el sufrimiento es prácticamente idéntica a la anatomía del dolor humano. Negar o ignorar esta evidencia es propia de zotes o de malvados; o síntoma de estar muy adoctrinados en los idearios que propugnan al hombre como “rey de la creación”, y a los animales y la natura como meros objetos a su servicio. Me refiero a la tradición judeocristiana, en cuya doctrina antropocéntrica subyace la raíz del tradicional desprecio animal en Occidente desde hace veinte siglos.
Afortunadamente, cada día son más las personas sensibles y de ética profunda que defienden la vida animal y rechazan todo acto de barbarie o crueldad; en América Latina están siendo día a día más mayoritarios los movimientos sociales contra el maltrato animal en general y contra las corridas de toros, herencia de la invasión española, en particular. Países como Colombia, México, Argentina, Uruguay, Perú, entre otros, llevan años luchando por la abolición de la fiesta macabra con bandera de identidad española. En México el 80% de la población se declara contraria a este espectáculo cruel, y en muchas ciudades el festejo taurino ha sido ya abolido, dedicándose las plazas a actos culturales y sociales. En España, sin embargo, el PP retransmite la tortura en las televisiones públicas y en horario infantil, las califica como “bien de interés cultural”, cuando la tortura nunca jamás es cultura, y además amplía la multimillonaria subvención pública que recibe anualmente el negocio de los toros a casi 600 millones de euros. ¿Cuántas familias españolas en estado extremo de pobreza podrían salir adelante con ese dinero? Pregunto, sólo pregunto.
La evolución ética de las sociedades requiere de una nueva mentalidad que contemple el respeto a todos los seres que viven; y requiere de una nueva cultura menos inculta, más respetuosa, más natural y solidaria. Es un imposible considerar los derechos humanos ignorando la dignidad de esos otros seres de los que tanto nos beneficiamos, y que, sin tener inteligencia racional, tienen mucho más corazón y sentimientos que muchas personas. Defender la dignidad animal es defender la dignidad humana, porque, como dijo el abogado y filántropo norteamericano Georges T. Angell, “…cuando me preguntan por qué invierto tanto tiempo y dinero en defender a los animales, habiendo tantos humanos que sufren, respondo: porque estoy trabajando en las raíces.” Pero me temo que, mientras esté la derecha en el poder, en España la tortura seguirá siendo subvencionada, aplaudida e institucionalizada.
Coral Bravo es Doctora en Filología

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