lunes, 27 de agosto de 2012

PARA NO OLVIDAR A LOS CURAS PEDOFILOS


DOS RECUERDOS DE CURAS PEDOFILOS
“Apartad a Eva del manzano, no sea lo de antaño”, esto decía el padre “Culungu”, Colombo, que hacía sacrificio espiritual y corporal para vencer la tentación y el pecado de lascivia, echándose en el glande, “todo elevado hasta el señor”, como bendecía, esa dilatación candente de la extremidad del pabilo del cirio pascual siempre encendido. Este era natural de Avila, hoy padre superior del Seminario de Segovia.

Estos padres superiores, en todos los Seminarios, tenían el privilegio de elegir un siervo entre los nuevos y jóvenes seminaristas recién ingresados. Estos depredadores de dios divisaban y miraban desde alguna esquina agazapados a los jóvenes, “tan majos ellos en sus sotanas”, cuando en fila india, iban o volvían del refectorio. Este siervo se dedicaba a cuidar de su habitación, arreglarle la cama, quitarle y limpiarle los zapatos – a este padre le limpiaba unos mocasines traídos de cuando fue cura de los indígenas de la América Septentrional, (creo que les hacía pajas y otras cosas a los indios Chuchumecos)”-, y atender a sus deseos, recibiendo a cambio el seminaristilla una subida de nota en las asignaturas de religión, latín y griego, y alguna falta a clase bien vista.
Siempre sucedía lo mismo. A moco de candil, a media luz, en la habitación ya los dos, después del desayuno, y sobre todo en hora de siesta, o de atardecida, cercaba al seminarista hacía él con los dos brazos, y le enseñaba un gurriato sin pico, “panoja del cacao” le llamaba él, pero con cola cogido de una mano y frotado, y con la otra tocándole al joven sus partes y sus “cojoncillos”,como dice el padre superior de Rumasa, susurrándole al oído:” Hoy es tiempo de higos, demos gracias a dios”, y los dos elevados hasta el señor y corridos al plano del cielo violado.

El joven seminaristilla, acalorado y elevado hasta la séptima morada, al terminar siempre repetía: “Aquí hay una meada de gato”.
El padre “Culungu” murió en olor de santidad. Hoy es todo un santo.
“A los de Teología no les damos ni olla ni polla”, esto decía el padre Mitra, bruto, zoquete, gaznápiro, padre espiritual del Seminario de Madrid, recién venido de Argentina. El usaba “mi alma” en la expresión familiar y cariñosa con el que caía en sus garras. Afirmaba que “a los niños hay que darles sensaciones y satisfacción de tocarles, abrazarles”. El siempre recibía alguna reprimenda del padre superior, pues dejaba ver su polla por la parte de tela sobrante que se deja ver por la parte de adentro de una costura de la sotana.

Recetaba a los demás, para vencer la lujuria, sacrificio y cilicio, a veces látigo y dormir sobre el jergón desnudo y encima de uno el colchón para presionar aún más el cuerpo contra las espirales de hierro. Pero él era un cerdo de dios, un verdadero hijo puta. Cuentan las buenas lenguas que como padre espiritual, también, de las ursulinas de José Ortega y Gasset, en Madrid, se cepillaba a la madre superiora. Cuentan, igualmente, que un albañil que fue a hacer algunos arreglos en el sótano, donde se hallan las cocinas, encontró alguna carne como de feto de puta debajo de ciertas baldosas.
Este padre espiritual del culo con un pecho como montecillo aislado en forma de teta, siempre ponía por ejemplo, y adoraba, al padre Marín Merzenne, sabio religioso, amigo de Descartes y otros principales sabios de su tiempo, con los que sostuvo frecuente correspondencia por el ano y se hacía pajas en latín, griego e italiano.

“No valerle a uno la bula de Meco”, se quejaba, cuando le echaban en cara su mal oficio de pastor. No tenía remedio al mal o daño a causar. Por ello, le echaron del Seminario y fue coadjutor en la iglesia de Meco, en Madrid.
Dicen que murió diciendo:
-¿Qué ha sido de mis bigotes? El alma tiene barbas.
-Daniel de Cullá

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