jueves, 19 de julio de 2012

NOS DEJAN EN PELOTAS

Retazos
Dimisiones
Suele decir la francesa Caroline Fourest, activista por la defensa del laicismo y de los derechos humanos en Francia,: “Il ne faut pas tolérer l,intolérance”, es decir, nunca hay que tolerar la intolerancia. Los límites de la tolerancia deben terminar allá donde se sitúan los que, utilizándola en beneficio propio, abren un espacio, por encima de ella, a su sectarismo y a su intransigencia. Y, en ese camino, y con las herramientas de la manipulación y la mentira, llegan a imponer su fanatismo en nombre de la razón, su pensamiento único en nombre de la moral y, cuando es oportuno, su tiranía en nombre de la libertad.
“Somos el partido de los trabajadores, no me cansaré de decirlo”, decía Cospedal el 14 de junio de 2010 en el diario el Mundo; imagino que se refería a los trabajadores en paro, con un 10% menos de subsidio de desempleo, sin derecho a sanidad (esa sanidad pública precaria y tercermundista que nos están dejando), y con sus hijos hacinados en las aulas y condenados a no ser nunca universitarios por la carestía de las tasas desde que se ha neoliberalizado la universidad. No creo, en cambio, que se refiriera a los trabajadores del metal, a los mineros, a quienes el PP, tras días de marcha a pie, les negó, al llegar a Madrid, las ayudas y las instalaciones de acogida que ofreció gratuitamente en la macro reunión de jóvenes católicos en esa visita papal que a España le costó más de cien millones de euros. La policía, entonces, tenía órdenes de proteger esa jornada confesional y a sus participantes del “peligro laicista”; con los mineros, al contrario, tenía orden de arremeter contra ellos.
En su debate de investidura Mariano Rajoy afirmaba que su intención era no subir los impuestos. Pues bien, ha subido todo lo susceptible de ser subido y mucho más. Arremetía contra Zapatero por los recortes y él y su gobierno están recortando hasta el gañote lo habido y por haber. El listado de falsedades y mentiras sería tan largo como lo es el listado de sus discursos electorales y el de la beligerante propaganda de ocho años de voraz oposición. La realidad es que no ha cumplido ninguna promesa electoral, sino todo lo contrario, y lejos de tener la famosa “fórmula secreta” que haría superar la crisis al país, le está destruyendo y destrozando.
La cuestión no es ya criticar una situación de tiranía económica, social y política que la mayoría de españoles estamos presenciando y padeciendo; la cuestión es si un gobierno en un país soberano y democrático tiene o no mecanismos de defensa que pongan a resguardo la democracia. La legitimidad de un gobierno que no cumple ninguna de sus promesas electorales, sino que hace lo contrario, es más que cuestionable. Es decir, un partido que incumple la totalidad de sus propuestas electorales puede y debe ser considerado un partido que llegó al poder utilizando “propaganda maliciosa”, la cual está contemplada en la LOREG (Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General) y relacionada con el concepto de “fraude electoral”.
Un gobierno, por otra parte, que, además, se aleja de la ciudadanía hasta el punto de mermar hasta el límite sus derechos y libertades y de utilizar al sistema policial para frenar sus legítimas reclamaciones está obligado a dimitir en cualquier sistema democrático. Y está obligada a dimitir la diputada del PP que, en el Congreso, gritó un vulgar exabrupto de desprecio hacia los parados cuando Mariano Rajoy anunciaba un nuevo recorte en las prestaciones por desempleo. Quizás ese exabrupto (la exquisita, refinada, y tan propia expresión de seres grandes y cultivados ¡que se jodan!) simboliza la síntesis de las inquietudes de la derecha con respecto a la sociedad.
Pero olvidan que ganar unas elecciones democráticas y obtener un cargo público no es otra cosa que asumir la responsabilidad de representar a sus representados, los ciudadanos. Olvidan que ganar unas elecciones, aun con mayoría absoluta, no es convertirse en dueños absolutos del país, sino servidores del mismo; y olvidan que sus sueldos y dietas abusivas, sus privilegios y prebendas salen de los bolsillos del pueblo, incluido ese pueblo que está parado, recortado hasta el límite en sus derechos, y al que tanto parecen despreciar. Estamos viviendo hechos que son intolerables, porque la tolerancia sólo puede sostenerse entre los límites que marcan la moral, la decencia y el respeto; y porque, como dice la sabiduría popular, la autoridad, sin amor, te vuelve perverso, y el poder, sin amor, te vuelve tirano. Y amor a los ciudadanos, por parte de este gobierno, es evidente que no hay. En esa tesitura estamos.
Coral Bravo es doctora en Filología

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