jueves, 15 de marzo de 2012

CRÓNICAS DESDE FRANCIA


CRONICA APRESURADA DESDE LA CAPITAL FRANCESA

LA ACTUALIDAD EN IMÁGENES

Referirse en este momento a la actualidad francesa, tal como aparece a diario en los medios de comunicación, es referirse inevitablemente a la aburrida y frenética carrera de los dos principales candidatos a las elecciones presidenciales.

A mi derecha tenemos al incombustible y agitado Nicolás Sarkozy, candidato de la UMP (Unión por un Movimiento Popular), dopado por su apetito de poder y sus sueños de pequeño Napoleón empeñado en devolver a Francia el rango que le corresponde: el de su grandeza perdida y el de unos “valores” (último hallazgo de la fraseología sarkozysta) que deben ser recuperados urgentemente.

A mi izquierda, François Hollande, el candidato del Partido Socialista, un hombre cuya principal cualidad es la de carecer, aparentemente, de ellas. Un hombre que es el reverso de su contrincante, un candidato a la máxima magistratura que lleva la “normalidad” prendida en la solapa como un trofeo. Elástico y pragmático, eterno “outsider” en un partido socialista sin ideas, paralizado por las luchas intestinas y las ambiciones personales de sus “elefantes”, ha sabido situarse por encima de las corrientes y de los partidismos (inventó solo para él el término de “transcorriente”). Hasta convertirse, inesperadamente, en el candidato de su partido y de toda la izquierda. Con grandes posibilidades, según los sondeos de opinión, de derrotar a Sarkozy en la segunda vuelta y de ganar esta elección.

…Otra actualidad, menos telegénica, es la de la gente “normal”, la de “los que se levantan pronto” (expresión de Sarkozy ) o de los que no se levantan porque renunciaron a seguir buscando trabajo. Ajenos al “timing” frenético de los dos candidatos, que un día les lleva a visitar el Salón de la Agricultura y al día siguiente a competir en la “carrera a las fábricas” (empresas a punto de cerrar o amenazadas por los despidos).

Una realidad cotidiana, presente sin embargo en la película del director finlandés Kaarismäki, “Le Havre”, ( tuvimos la suerte de verla durante nuestra estancia), ajena a las noticias desechables y perecederas de la competición electoral.

UN CINEASTA COMPROMETIDO: AKIRO KAARISMÄKI

“Le Havre” muestra una cara de Francia que no suele verse en las películas de los cineastas franceses, casi siempre parisinos. Ni en el cine, ni en la televisión, o en muy raras ocasiones, aparece como protagonista el pueblo “d´en bas” (el pueblo llano). Salvo quizás en las comedias con actores populares y taquilleros. Los protagonistas de ese cine francés suelen pertenecer a las profesiones más valorizadas: publicistas, arquitectos, empresarios, abogados, profesores, artistas … y comisarios.

A diferencia de la película de este director, enraizada como toda su obra en una temática social. Una temática que es a la vez local ( el pulso de la ciudad y la actividad del puerto de el Havre); individual ( la vida “corriente” de sus personajes); y universal: el drama de los emigrantes africanos – hombres, mujeres, adolescentes y niños – que llegan a este puerto escondidos en contenedores. A los que la policía reprime cuando los descubre.

Kaarismäki no se limita a pasear su cámara, de forma documental, por los muelles o por los rostros de esos emigrantes, para denunciar el drama que están viviendo. Su mirada y su visión crítica se expresan a través de unos personajes de ficción: en este caso, además de una pareja de edad madura, varios de los habitantes de un barrio popular que les ayudan a arrancar a un adolescente africano de las garras de la policía.

Como todos los personajes de este cineasta, son gentes ancladas en una realidad cotidiana. Gentes que se expresan con palabras y con sentimientos normales, en absoluto excepcionales. El personaje principal de la película es un hombre ya maduro, que se gana la vida ejerciendo un trabajo precario y aleatorio: de limpiabotas. Un hombre sencillo, cuyas aspiraciones no van más allá de ganar lo suficiente para poder vivir en paz y armonía con su compañera y sus vecinos.

Pero cuando se topa con la realidad que viven esos hombres, obedece al dictado de su conciencia e intenta ayudarles, en particular escondiendo a un joven africano que ha logrado escapar de la policía. “Le Havre” es una película que por su temática, su estética realista, limpia y sin artificios, evoca el cine francés de la anteguerra y del Frente Popular, con sus directores más relevantes: Renoir, Carné, Duvivier, Grémillon, etc. Y, entre otros, con aquel mítico actor llamado Jean Gabin, reencarnado en la figura del principal protagonista de la película, André Wilms.

Wilms, que además de actor-fetiche de Kaarismäki (ha rodado con él cuatro películas), posee una larga trayectoria artística y personal: la de “un magnífico perdedor”, como lo nombró una periodista. Un “perdedor” que ha huido de la ciudad para irse a vivir a un rincón perdido de Bretaña. “Porque Paris, afirma, me resulta insoportable. Se ha convertido en una ciudad totalmente turística”. Y añade: “Hoy todo el mundo aspira a ser artista, en una época en que se fabrica mucha cultura y muy poco arte”. Y cita la frase, que viene a cuento, del dadaísta Arthur Cravan que decía: “Ya no me atrevo a salir a la calle. Solo me tropiezo con artistas.”

Wills afirma que sigue animado por “el deseo de las cosas que se han perdido”. Entre ellas, “el espíritu revolucionario de los años 60” y “el arte como organizador del escándalo”, tal como lo preconizaban Bertold Brecht y Heine Muller.

EL “GRAN PARIS”: UN SUEÑO DE NICOLAS SARKOZY

Mi sospecha de que Paris se está convirtiendo en un rutilante escaparate, al menos en sus barrios y zonas más célebres o representativos, en una ciudad para los turistas y los “bobos” (burgueses-bohemios) residentes , grandes consumidores de cultura y de ambiente urbano, me fue confirmada por una emisión de la cadena “Arte”, que presentaba – en un tono discretamente triunfalista – las “grandes” obras y remodelaciones que se están ejecutando en diversos distritos de la capital.

La más importante de ellas es , sin duda, la remodelación y transformación del complejo cultural y comercial de “Les Halles”, auténtico corazón de la urbe. Paris, recordémoslo, si se exceptúa la violenta reconstrucción de los barrios populares llevada a cabo por Napoleón III, de la mano del barón Haussmann, supo siempre supo combinar lo antiguo y lo contemporáneo, lo clásico y lo vanguardista (como en el caso de la pirámide del Louvre o en el de la Torre Eiffel). Esas obras en curso de ejecución forman parte del proyecto del “Gran Paris”, cuyos límites sobrepasarán ampliamente (entre 15 a 20 kilómetros) los límites actuales de la capital, encorsetada en un periférico. Sarkozy quiere por lo visto dejar una huella más profunda que la de los Presidentes que le precedieron, dándole a Paris y a su metrópoli una dimensión “europea”.

Lo innovador de este proyecto de Sarkozy (y de sus mentores económicos, empeñados en un lucha planetaria en el marco de la competición mundial), es que no serán solamente los transportes, las nuevas infraestructuras, las grandes implantaciones económicas y universitarias las que darán un impulso nuevo a la transformación de la capital. Su motor será, la Cultura porque, como afirman sus promotores, “el “Gran Paris” será cultural o no será”. Una declaración que cobra todo su sentido si se leen las declaraciones de Daniel Janicot, el hombre al que Sarkozy le encargó que “reflexionase” sobre la dimensión europea del proyecto. Al parecer Janicot, al entregar su informe y sus propuestas, hizo un primer comentario: “No tenemos que dormirnos. Ya estamos entrando de lleno en una batalla a muerte entre las grandes capitales mundiales, los Estados y las multinacionales. Saldrá vencedor el que tenga una auténtica visión de futuro”.

El capital, nacional, europeo o transnacional (sin abandonar sus manifestaciones habituales de fuerza, de expoliación y de poder) aspira además a vestirse con el ropaje de la cultura. De forma transparente, el “mandado” de Sarkozy afirmó que “hemos entrando en la era de las competiciones entre metrópolis. Por ello Paris, con sus dos millones de habitantes, no está armado para competir. Pero si cambia de escala (en el marco del proyecto del “Gran Paris”), seremos capaces de atraer a los inversores, a los visitantes y a los estudiantes. Pero para alcanzar ese objetivo, debemos poner la cultura en el centro de nuestra estrategia”.

¿Cuál será, preguntarán algunos, dentro de este proyecto triunfalista, el lugar que le corresponde a la “banlieue, es decir al extrarradio de la capital?. La “banlieue”, ese espacio desestructurado, segregado, azotado por el paro y, con frecuencia, demonizado (el propio Sarkozy, en su etapa de ministro del Interior, amenazó a los jóvenes díscolos,y desocupados, de esos barrios, con pasarlos “au karchër”, es decirde frotarlos con un quita- manchas rápido y eficaz). Daniel Janicot dió una respuesta a ese interrogante: “¿La banlieue”? Una ventaja de las muchas con las que cuenta nuestra metrópoli”. Y, como va de cultura y de estadísticas, recordó que en 2011 se celebraron en los cuatro “departamentos” de la Región de “L´Ile- de- France”, nada menos que 361 manifestaciones culturales, muchas de ellas en la “banlieue” de Paris.

Basta, añade optimista, “con luchar desde ahora mismo con la dispersión de los medios y las energías. Evitando que nos adelanten ciudades como Barcelona. Sydney, Londres, Berlin, Amsterdam, etc. Para conseguirlo, concluyó, debemos crear ”polos de competencia”, como en la industria, y trasladar ese modelo a la cultura, en torno a temas como la imagen, la edición, la gastronomía y las culturas urbanas”.

SOBRE HOMBRES, MONOS Y PREMIOS CINEMATOGRAFICOS

La ceremonia de la entrega de los premios César del Cine (el equivalente de nuestros premios Goya) es un momento cumbre de la vida cultural y mundana francesa. Traigo este tema a colación porque, viendo en la televisión algunas de sus imágenes, me enteré de que el premio a la mejor interpretación masculina no había recaído, como se esperaba, en el protagonista de la archipremiada “The artist”, sino en el de “Los intocables”, un actor llamado Omar Sy.

Una particularidad de este actor, fuera de su merecido y al parecer refrendado talento, es de que es negro. Recordar el color de su piel no vendría a cuento, si no fuese porque le vimos bailar en torno al micrófono, trofeo en mano, y levantar el puño ante una asistencia que le aplaudía. Un suceso espectacular, pero efímero. Breve , pero esperanzador. En particular si se le coteja con el comentario de un historiador, Gérard Noisel, que en una tribuna de “Le Monde” comentaba las declaraciones del Ministro del Interior Claude Guéant, que afirmó “que todas las civilizaciones no se valen (no tienen el mismo valor)”. Gérard Noisel y otros muchos como él condenaron esas declaraciones.Y un diputado de la Martinique le increpó con estas palabras:”Señor Guéant. ¿El régimen nazi, tan adepto de la purificación, era acaso una civilización?”.

Esa visión del mundo, comentaba el historiador, está todavía presente en las opiniones de algunos representantes del pueblo francés, como es el caso del propio Ministro del Interior, encargado por Nicolás Sarkozy, con este tipo de declaraciones, de atraer los votos del electorado del “Front National”. Es poco probable, pese a todo, que Guéant, u otros como él, fuesen capaces de expresarse abiertamente, como lo hicieron los periodistas a finales del siglo XIX, a cuenta del viaje de un diputado negro de la Tercera República que se desplazó a la metrópoli.

Se llamaba Hégésippe Légitimus y era socialista y oriundo de la Martinique. La prensa, nos recuerda Noisel, le dedicó algunos comentarios de este tipo: “Es el hombre primitivo con todo su candor. Parece la confesión amable de un orangután descendido de su palmera.” (“Le Matin”, 21 de septiembre de 1848). Y esta otra referida a sus opiniones: “EL Señor Légitimus cree en la paz social y en el progreso del Siglo de las Luces. A pesar de ser negro no se le puede acusar de verlo todo oscuro”. (“Le Figaro”, 10 de noviembre de 1898).

Conclusión: así va avanzando la historia. A trompicones. Del diputado de la Martinique Légitimus comparado a un orangután deseoso de conocer mundo, al ensalzado actor Omar Sy, ganador del prestigioso premio de los César 2012. No olvidemos esa imagen de Omar, bailando trofeo en mano y levantando el puño ante el parterre de los invitados a la ceremonia.

David Antona González – Paris, febrero de 2012

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