viernes, 17 de febrero de 2012

DERECHO A SOÑAR


Derecho a soñar

En una tertulia de radio de la Cadena SER, Luis García Montero, vertía hace unos días una lúcida, incisiva y preciosa reflexión con la que me sentí absolutamente identificada. El tema concreto del debate se refería a la reciente y sorprendente condena de inhabilitación al juez Garzón. Decía García Montero, con esa soltura propia de quien ensambla en perfecta armonía el pensamiento hermoso y profundo con el lenguaje, que se negaba, como ciudadano demócrata, a dejarse llevar por la desesperanza; que, a pesar de tener en estos tiempos las ilusiones sentadas en el banquillo, los demócratas tenemos que reivindicar con convencimiento nuestro derecho a admirar y a soñar.

Tiene razón García Montero. La desesperanza que nos embarga a muchos cuando percibimos que vivimos en unos tiempos extraños, en que parece que se premia a los corruptos y se castiga a los que investigan la corrupción, nos puede hacer sentir impotentes y caer en la desilusión o en la desidia. El presenciar cómo nos hablan insistentemente de crisis para justificar el retroceso que se está llevando a cabo en los derechos y libertades nos puede llevar a creer que se trata de un proceso inevitable, cuando no lo es. El constatar que se nos manipula para aceptar que ese retroceso económico creado por unos pocos sea costeado por la mayoría nos puede llevar a considerar que nada podemos hacer frente a la maquinaria del poder. Pero no es así realmente.

El poder neoliberal pretende que los ciudadanos vivamos contaminados por mentiras que nos conviertan en individuos sumisos e inermes ante la gestión indecente de los recursos públicos; se pretende que nos sintamos desarmados y sin herramientas intelectuales y volitivas para exigir los derechos democráticos que nadie nos regala, sino que son nuestros por el sólo hecho de existir. Algunos trabajan para que sintamos miedo e indefensión ante una realidad falsa, creada artificialmente para que una minoría económica, ideológica y financiera multiplique su indecente riqueza sólo posible con la pobreza de la mayoría. Se persigue que perdamos la ilusión, porque la falta de ilusión es la gran fábrica de la inacción y de la inercia.

Que el pensamiento genera realidad es algo constatado desde hace décadas por la psicología y por la ciencia; los sueños, si se piensan con coraje, llegan a ser la realidad. Por eso, algunos ámbitos del poder ponen tanto empeño en flagelarnos con mensajes que nos alejan de la ilusión, de la capacidad de soñar y, por tanto, de la capacidad de reaccionar….Porque alguna vez se soñó con la democracia, antes de ser real, y con el derecho a una educación igualitaria y universal, antes de ser real, y con el derecho femenino a la igualdad, antes de ser real. Y nos pueden robar derechos, democracia y libertades, pero no nos pueden robar el derecho a soñar y a seguir imaginando el mundo como queramos que sea.

En su discurso Derecho al delirio, Eduardo Galeano reivindica el tan poco proclamado derecho a soñar, “Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar y crear otro mundo posible, un mundo en el que se incorporará en los códigos penales el delito de maldad y estupidez, esa estupidez que cometen los que viven por tener y por ganar, en lugar de vivir por vivir no más, como canta el pájaro sin saber que canta, o como juega el niño sin saber que juega…Un mundo que ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, en el que la industria militar tendrá que declararse en quiebra, por falta de clientes: …un mundo en que las abuelas locas de la Plaza de Mayo serán ejemplo de salud mental porque se negaron a olvidar en los tiempos de amnesia obligatoria”.

Y continúa Galeano definiendo ese mundo soñado “…en el que la Iglesia corregirá la errata del sexto mandamiento ordenando respetar y festejar el cuerpo, y añadirá otro mandamiento que se le olvidó a Dios: Amarás a los animales y a la naturaleza toda, de la que sólo eres una parte; en el que serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma; …un mundo donde seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa, del espacio o del tiempo. Un mundo donde la perfección siga siendo sólo el aburrido privilegio de los dioses”. Sigamos admirando, como García Montero, porque ¡hay tanto que admirar!, y sigamos soñando, como Galeano, porque soñar es crear realidad, y hay mucho que soñar todavía.

Coral Bravo es doctora en Filología

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