viernes, 30 de septiembre de 2011

CATALUNYA SIN TORTURA ANIMAL


Gracias, Cataluña

Sé que a mucha gente de la derechona, adiestrada en el odio a lo diferente y en los absurdos tópicos anticatalanistas que alimentan los que añoran el centralismo totalitario, les chirriarán los oídos y algunas neuronas, poco habituadas a ser usadas, cuando hayan leído las palabras que dan título a esta columna. Y entiendo que alguno pueda llegar a no leerla siquiera, prejuzgando que las palabras que vierto harán de revulsivo a sus monolíticas y cuadriculadas ideas fabricadas en serie. Y harán bien, porque, efectivamente, las ideas que voy a verter son producto del análisis y del sentir personal, y del rechazo sistemático a esos prejuicios que solo siguen los que reniegan de usar las neuronas para otra cosa que no sea para asegurar su estrecho y cerrado mundo y, de paso, sus propios y mezquinos intereses.

Y simplemente voy a contar mi gran satisfacción y alegría porque el pasado día 25 se ha celebrado la última corrida de toros en la plaza Monumental de Barcelona. Ya no habrá más corridas en Cataluña, salvo que el PP lo impida, desde el día 1 de enero del año próximo, según se aprobó en el Parlamento catalán en julio de 2010. Ya no habrá más tardes de luces, crueldad y tortura en tierras catalanas, ya no habrá más sesiones de disfrute ante el dolor de un animal indefenso, acribillado a banderillas y desgarrado por arpones de hierro que deshacen poco a poco sus vísceras, que le brotan ensangrentadas por la boca, mientras una turba de energúmenos, encorbatados ellos y enmantilladas ellas, aplauden el dolor y la muerte de una vida como si de una atracción de feria se tratara.

Los aficionados llenaron la plaza y gritaban, entre tristes e indignados, “Libertad”. Curiosa libertad la que se pide para poder ejercer la tortura y para poder presenciar la muerte de una vida indefensa, con financiación de todos, por cierto. Me recuerda a los que se acogen a la tolerancia para poder ejercer su ideario intolerante, o a los que reivindican la libertad para poder imponer sus dogmas castradores de ella.

Confieso que ante estos temas me nace una indignación visceral que no puedo ni quiero evitar. No pretendo herir ninguna sensibilidad particular, en absoluto, pero ¿quién ha pensado alguna vez en que un espectáculo tan macabro hiere la sensibilidad de mucha gente?. La mía ha sido herida desde que era una niña y percibía la algazara y el goce de mucha gente ante el sufrimiento gratuito de ese animal tan imponente al ser aturdido, desquiciado, acorralado y torturado, en una lucha injusta que el animal tenía perdida de antemano; su única posibilidad, siempre inútil, era embestir, en su instinto de defensa, a aquéllos que le torturan buscando fama, dinero, y el aplauso grotesco de quienes se divierten presenciando la muerte.

Confieso mi rechazo ante esa gente mediocre que se da golpes de pecho en su sentir religioso si ha faltado un domingo a misa, o que deja de comer carne en tiempos de cuaresma, pero que disfruta presenciando un acto de crueldad aberrante hacia un ser vivo. Confieso mi indignación ante esas mujeres que se colocan sus mejores galas y acuden solícitas a las corridas como quien va a lucirse al local de moda al que no se puede faltar, que se agobian si a su caro caniche se le deshace uno de sus rizos de peluquería o no se toma su ración de paté canino de media tarde, pero ni se inmutan viendo en el coso vísceras, dolor, agonía y sangre de otro animal. Me sobrecoge la insensibilidad humana que puede habitar en ésos que no son capaces de percibir el sufrimiento de una vida, ni la crueldad de quien la tortura y la asesina. Quien no lo entienda, que utilice la empatía, esa cualidad supuestamente humana que nos hace ponernos en el lugar del otro.

Decía Charles Darwin que el amor por todas las criaturas vivientes es el atributo humano más noble. Y, parafraseando a Thomas Edison, la no violencia conduce a la más alta ética, lo cual es la meta de la evolución; hasta que no dejemos de dañar a otros seres vivos seremos aún unos simples salvajes. La mayoría de los catalanes está en contra del maltrato animal y de esa “fiesta”, que ni mucho menos es de todos, que condensa el sentir cañí y patrio de la crueldad nacional heredada. Cataluña, de nuevo, se sitúa a gran distancia del resto de España en cuanto a sensibilidad, progreso, espíritu solidario y ética democrática se refiere. Por mi parte, como por la de todos los que rechazamos la violencia y el maltrato contra cualquier ser vivo, una vez más, gràcies, Catalunya.

Coral Bravo es Doctora en Filología

ELPLURAL

No hay comentarios: