domingo, 4 de abril de 2010

TORTURAS


02/04/2010

El Plural / Artículos de opinión


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  • CORAL BRAVO

    Retazos

Tortura es incultura

El pasado domingo, convocada por diversas asociaciones antitaurinas, ecologistas y de defensa de los animales, se llevó a cabo una manifestación multitudinaria en Madrid en la que miles de personas, bajo el lema “Tortura no es cultura”, protestaron, con el acaloramiento que produce la indignación, contra la intención del gobierno regional de Aguirre de declarar las corridas de toros como Bien de Interés Cultural.

Argumentar a favor de la defensa de la dignidad animal creo que, a estas alturas, ya no ha lugar; hay que tener poca o nula sensibilidad hacia el sufrimiento de otros seres vivos, hay que ser muy poco solidario con el respeto a la vida y a la natura, hay que tener escasos o nulos conocimientos de ciencia, y hay que tener muy atrofiado el sentido de la espiritualidad para defender la tortura, la crueldad, el maltrato y la muerte de un ser vivo para regocijo y vulgar divertimento de unos cuantos energúmenos.

Creo que la evolución de las sociedades y de la humanidad conlleva necesariamente el control de los instintos dañinos y la tendencia a la preponderancia de la razón y la sensibilidad sobre los impulsos atávicos, especialmente si estos impulsos suponen el sufrimiento de otros seres. Y seguir apoyando la tortura, ya sea humana o animal, significa de algún modo legitimar la violencia y poner freno al desarrollo moral de los pueblos.

A nivel individual es entendible que cada quién tenga sus aficiones y gustos. Conozco a personas inteligentes y solidarias que son “amantes de los toros”, quizás porque es determinante el peso de la tradición y la educación recibida en nuestro inconsciente; como conozco a personas a quienes les encanta la piel de cocodrilo, pero, por sentido de la moral, se reprimen muy mucho de esa apetencia por comportar una crueldad hacia una especie que está, además, en grave peligro de extinción. Pero a nivel colectivo, a nivel de sociedad me parece una aberración intolerable que se sigan defendiendo esos espectáculos bárbaros y sanguinarios, y mucho más que se pretenda, por intereses políticos partidistas, declararlos como “bien cultural”, cuando significan el apego macabro de sólo una parte de la sociedad (el 30%, según todas las encuestas) a unos espectáculos sangrientos propios de los habitantes de la época de las cavernas.

Muy flaco favor nos ha hecho, por cierto, el monarca (por referirse a las corridas como “cultura”) al 70% de los españoles que consideramos intolerable que se mate por placer, y que defendemos una reconsideración profunda de la relación entre los seres humanos, la naturaleza y los animales en aras simplemente de la mera futura supervivencia del planeta y de nuestra propia especie.

Y muy flaco favor (¿cómo esperar otra cosa?) nos hacen políticos del PP, como Aguirre o Camps, a los españoles que nos negamos a seguir a años luz de la mentalidad europea. Se empeñan en seguir alentando esa falsa idea de “españolismo y olé” que ya no existe, afortunadamente, más que en los idearios retrógrados de esos españoles que añoran tiempos de rosarios, sacristías y torturas.

Y, como, a veces, pequeñas citas brillantes de grandes hombres de la cultura condensan en pocas palabras grandes ideas, ideas que no son nuevas y que vienen de muy lejos, me llegan a la mente varias de ellas que he leído hace poco y que pueden resumir la esencia de esta cuestión: Schopenhauer dijo que “quien es cruel con los animales no puede ser buena persona; la compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la verdadera conducta moral”. Voltaire dijo que “es vergonzoso que ni predicadores ni moralistas eleven nunca la voz contra los abusos hacia los animales”. Geroges T.Angell, activista por la defensa animal, dice literalmente: “A veces me preguntan por qué invierto tanto tiempo y dinero en defender a los animales, cuando existe tanta crueldad hacia el hombre. Y yo siempre respondo que estoy trabajando en las raíces.” Mahatma Gandhi dijo que “un país, una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata a los animales”.

Y efectivamente, podemos intuir, también por este asunto, el tipo de país, el tipo de falsa “moral” y el tipo de “cultura” que algunos pretenden seguir imponiendo.

Coral Bravo

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