viernes, 5 de septiembre de 2008

PEQUEÑAS SECTAS AMPARADAS EN LA GRANDE

Familiares de las seglares argentinas internadas en España y ex integrantes de Servi Trinitatis relatan las experiencias vividas en el instituto católico

ALEJANDRO REBOSSIO - Buenos Aires - 05/09/2008

A una de las cuatro argentinas internadas en un instituto secular católico en Cuenca, los sacerdotes sólo la han dejado llamar una vez por teléfono en doce años. "Fue para hablar con su padre, que se estaba muriendo; cuando llamó, él ya estaba en coma", relata uno de los familiares que denuncia la situación que padecen las mujeres a cargo de los sacerdotes de Servi Trinitatis.

Esta persona, que prefiere mantener su anonimato por miedo a las represalias, explica que su familiar entró a los 18 años en el grupo religioso, "secta", según él. Hizo los votos sin decírselo a sus padres. "Ocultar no es mentir", le decían los sacerdotes.


La alarma saltó el pasado viernes cuando familiares de las cuatro mujeres pidieron a la justicia federal de Argentina que interviniera para lograr su repatriación. Dos sacerdotes españoles de ese instituto secular, que comenzó a funcionar a principios de los 80 en España y está presente también en Argentina y Venezuela, han sido acusados ante los tribunales de la provincia argentina de La Pampa de reducción a la servidumbre, trata de personas, defraudación e ingreso ilegal de dinero en territorio argentino. Antonio Martínez Racionero y Ricardo Latorre Cañizares, los dos curas, residen en la capital pampeana, Santa Rosa (a 607 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires). El líder del movimiento, el sacerdote Gratiniano Checa Colmena, se encuentra en Cuenca.


Una ex integrante de Servi Trinitatis, que tampoco quiso dar su nombre porque intenta reconstruir su vida, recuerda que a los 18 años comenzó a ir a la catedral de Santa Rosa y al mes ya había hecho los votos de laica consagrada. Tampoco le dejaron contárselo a sus padres. Hasta que tuvo 20 años.


"Hay chicas de 13 y 15 años que hacen votos a escondidas", relata. "Yo me quise ir pronto", prosigue el relato, "pero nos decían que si nos íbamos nos condenaríamos a nosotras y nuestras familias. Era una tortura. Teníamos el síndrome de adoctrinamiento sectario. Iban cerrando nuestros vínculos con la familia y la sociedad. Sólo podíamos contar nuestros problemas al director espiritual, que era un sacerdote, y a la directora del instituto. Teníamos prohibidos los medios de comunicación. No podíamos tener amigos dentro ni fuera del instituto porque era un apego desordenado. También estábamos aislados de los demás grupos católicos", recuerda esta joven. Ella y casi todo el centenar de laicas consagradas viajaban a Cuenca a conocer al cura fundador y en el viaje de vuelta traían miles de euros escondidos en la ropa interior y medicamentos que les recetaba un médico desde España.


Otra ex consagrada del instituto declaró ante los tribunales que durante diez años la obligaron a fingir enfermedades que sirvieran para organizar colectas para supuestos tratamientos en el extranjero, que nunca se concretaron. Se suponía que iba camino de la santidad, pero ahora está anoréxica y bulímica después de años de sacrificios con la comida, según los denunciantes.


EL PAÍS ha intentado ponerse en contacto con los dos sacerdotes españoles de Santa Rosa -uno de ellos es vicario del obispo?, pero la secretaría del templo ha argumentado: "No están disponibles. Los diarios tergiversan todo". Cuando estalló el escándalo judicial en mayo, el entonces obispo, Fidel Brédice, conservador, los defendió. Al mes siguiente, el cardenal primado de Argentina, Jorge Bergoglio, reemplazó a Brédice, que ya estaba en edad de jubilarse, por un hombre de su confianza, Mario Poli, que fue consagrado hace una semana y por ahora no ha hecho ninguna declaración acerca del asunto.


La Iglesia católica está investigando el caso de puertas adentro. En la web de Servi Trinitatis se ofrece un texto del cardenal de Viena, Christoph Schönborn, que rechaza la posibilidad de que existan sectas dentro del catolicismo y responde a críticas contra ciertos movimientos por "lavado de cerebro, aislamiento y separación del mundo, alejamiento de la familia, dependencia de personalidades carismáticas, creación de estructuras intra-eclesiales propias, violación de los derechos humanos y problemas de ex miembros".

EL PAIS

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