Educación para la Ciudadanía y Surrealismo
El pasado día 29 se manifestaban en Valencia miles de personas, padres, profesores y representantes de colectivos de la enseñanza para protestar contra la medida surrealista de la Comunidad Valenciana de impartir Educación para la Ciudadanía en inglés. Y es que la visión de la realidad desde una óptica surrealista es, sin duda, un modo enriquecedor por el que se puede optar a una interpretación alternativa de las cosas; la percepción de conceptos e ideas a partir de la lente deformada por la "irracionalidad" onírica es magnífica para la expresión artística, para el cine y las artes plásticas. Pero llevar el surrealismo a un ámbito de la vida social tan básico como la educación de los jóvenes es una macabra indecencia.
El debate sobre la asignatura Educación para la Ciudadanía y su tormentosa introducción en el sistema educativo por la radical oposición de la Iglesia, me ha parecido, desde el principio, un asunto surrealista, y más propio de una pesadilla que inspirara a Buñuel una de sus más excéntricas películas, que algo que de verdad pueda ocurrir en la España del siglo XXI.
La voz de los obispos y de la Iglesia ha sido implacable con esta asignatura. La rechazan, la niegan y la denigran como si se tratara de algo maquiavélico o demoníaco; la definen como "adoctrinamiento" (hay quienes ven la paja en el ojo ajeno...), e incitan a los padres católicos a objetar alegando que la signatura "es antidemocrática" (...y no ven la viga en el propio....).
Me tomé la molestia de leer los textos de la polémica asignatura esperando encontrar, por la desmesurada reacción obispal, poco menos que sadismo, perversidad, incitación al crimen, o cosas por el estilo.... Me encontré con todo lo contrario a lo que los mitrados nos cuentan; me encontré con formación del espíritu democrático, con aprendizaje de la Constitución, con la enseñanza de valores morales universales (solidaridad, respeto a la diversidad, educación cívica y social, tolerancia), con la enseñanza de los derechos humanos....
Y me encontré con algo que me llenó de satisfacción: en Educación para la Ciudadanía se enseña a los alumnos algo que secularmente el catolicismo ha anulado por completo: el derecho a la felicidad. Es innegable que el miedo, la culpa y el sentimiento de pecado al que someten intelectual y emocionalmente a los niños desde la enseñanza de lo religioso, crea individuos descontentos, frustrados, intolerantes y reprimidos, es decir, sumisos y manipulables.
La enseñanza confesional se basa en la enseñanza de verdades reveladas, es decir, indemostrables e inverificables, lo cual inhibe la capacidad de razonamiento, coarta la inquietud de investigación científica y frena el desarrollo de la lógica intelectual de los chavales. Lo de la educación moral es algo que, por más que se empeñen los adeptos a religiones, nada tiene que ver ellas. La verdadera moral es universal e independiente de creencias y de explicaciones dogmáticas del mundo. Hacer el bien no es patrimonio ni de católicos, ni de islamistas, ni de evangelistas..., es patrimonio de todos aquellos seres humanos que se solidarizan con el dolor ajeno, que son respetuosos con el prójimo y que sienten a los demás seres como parte de una totalidad a la que todos pertenecemos. La enseñanza de una religión concreta es algo absolutamente respetable en la enseñanza privada –que no en la concertada- y en el ámbito familiar, pero no en la educación financiada por todos los ciudadanos.
Ante tal panorama, hay que tener cierta información sobre historia para entender las razones de la encarnizada oposición de la Iglesia ante la asignatura. Si llegamos a saber que las religiones son totalitarismos, y que históricamente siempre se han aliado a los regímenes dictatoriales para obtener prebendas políticas y económicas, es fácil entender que todo lo que tenga que ver con el espíritu democrático, con los derechos humanos y con el respeto a la pluralidad, es, para ellas, un gran enemigo, porque su poder radica en el desconocimiento y en el sometimiento de la sociedad.
En cualquier caso, es surrealista que digan que con EpC se adoctrina, cuando "adoctrinar" es el plato fuerte de las religiones; es surrealista que denominen "el mal" a la formación del alumnado en los valores democráticos y solidarios; es surrealista que instiguen a los padres a objetar y, más surrealista aun, que los padres lo hagan; es surrealista que en Valencia impartan la asignatura en inglés para que los niños no se enteren de nada; y es surrealista que no existan medidas contundentes para no permitir estos despropósitos que, si a alguien perjudican, es, sin duda, a los alumnos.
Ante esta tesitura, los obispos deberían explicar si realmente buscan el bien de los jóvenes, o pretenden no perder el poder que les otorga explicar a los niños el mundo desde su propia visión. Y termino con una cita de Noam Chomsky quien afirma que "..todos los ciudadanos de las sociedades democráticas deberían hacer un curso de autodefensa intelectual para protegerse de la manipulación y el control, y sentar así las bases para conseguir una democracia mejor."
Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica
elplural.com
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